A las tres de la tarde del 5 de agosto de 1976, a Héctor
Ernesto Demarchi, el Negro, se lo llevaron de las puertas
de El Cronista Comercial donde se desempeñaba como
periodista y delegado sindical. Tenía 27 años. Había
nacido en Morón. Allí vivió hasta 1970. No era muy futbo-
lero, pero cada vez que alguien mencionaba a El Gallo se
le estrujaba el corazón.
Los amigos y compañeros de militancia lo recuerdan con
lágrimas en sus ojos. Igual que siempre lo hicieron Anto-
nia y Felipe, laburantes sencillos y amorosos, a quienes el
Estado terrorista les arrebató a su hijo, para siempre.
Por él, por ellos, por ellas, tenemos aún por delante una
responsabilidad generacional e histórica. Responsabili-
dad que es memoria, como nos dice Carlos Orzaocoa, una
“memoria revolucionaria, que no es melancolía, que no es
descripción de víctimas. Que es puro desafío y crítica.
Llamado a la militancia. Que es pura diferenciación y
ruptura del presente. Que es incorporación de vital ener-
gía a las luchas actuales, porque ningún valor se pierde en
la historia”.
“El lugar que habita” es fruto de años de búsqueda de
documentación y archivos, de amorosas entrevistas que
poco a poco le fueron dando forma a este libro, pero
también es el lugar de la memoria, del recuerdo de tantas
y tantos que han acercado a Héctor Demarchi hasta noso-
tros. No es lugar del pasado sino interpelación al presen-
te. El lugar que habita es el lugar de las palabras que lo
convocan.