ADVERTENCIA
Espero que no juzguen a mal los recursos literarios con los que, inevitablemente, mis naturales inclinaciones a la narración y mis frustrados afanes de escritora trazaron esta historia, escrita con la paciencia, la dedicación y la meticulosidad de una artesana, a partir de diferentes informantes. Estoy segura de que serán disfrutados por quienes sepan apreciar los artificios de las letras y disculpados por quienes valoren y crean en los hechos, a cuya verdad no he faltado, dentro de los límites permitidos por la memoria, que si bien a mi joven edad es bastante poderosa -asistida por una atención solícita, fruto de mi curiosidad desinteresada y genuina- está muy lejos de ser infalible. Debo aclarar que, antes de atravesar los filtros que aquella forzosamente les impusiera, algunos de estos recuerdos también debieron traspasar los umbrales de una mente deteriorada por la senilidad y los desvaríos próximos a la muerte, la de mi adorada tía, Irma Dalmau. Por no hablar de las múltiples versiones de los antedichos informantes: protagonistas y personajes secundarios —los menos—, testigos o meros conocedores de oídas de las experiencias narradas. En todos los casos, fue imprescindible que depositara en ellos mi confianza.
Incluso hace falta considerar la problemática de la materialidad de la escritura y de la oralidad puesto que, muchas veces, tuve que recurrir a valiosísimos testimonios de cartas o registros magnetofónicos. Como verán, la fidelidad a los hechos es bastante cuestionable por motivos que escapan a mi control. Sin embargo, creo haber puesto todo mi esfuerzo en lograr un relato coherente y aceptable.
Solo queda por agregar que con la recopilación y posterior publicación de estas memorias nada temo. Estimo que ninguno de sus protagonistas vive actualmente y, para extremar las precauciones, he decidido preservar sus identidades, modificando sus verdaderos nombres por otros de fantasía. Asimismo, como autora de estas líneas, permaneceré en el anonimato. No me mueven ni la vanidad del escritor ni la fama que pudiera obtener con ellas. No obstante, es mucho lo que espero. No en términos materiales, por supuesto. Nadie devolverá la vida a los seres que habré de evocar de aquí en adelante. Pero el olvido sería para ellos la verdadera derrota. Por eso, si lograra mi cometido y pudiera expresar mediante la escritura su espíritu y el de su pueblo, también podría engañar a la muerte. Porque los muertos no estarán tan muertos si sus recuerdos permanecen intactos en la letra.
Mi próximo interés, si me permiten la sinceridad, es simplemente la burla. Reírme a carcajadas de todos aquellos que alguna vez creyeron que sería posible revelar el misterio. Voy a narrar sucesos que pocos vieron. Y no será una traición sino un acto de justicia. Deliberadamente, he cambiado muchas circunstancias, por lo tanto, nada de lo que se leerá podrá conducir a una investigación exitosa. Detrás de este trabajo, existe un plan sistemático, cuyo objetivo es mostrar una realidad y a la vez ocultar todos los accesos posibles a ella. Ni lo piensen. No podrán llegar a donde tanto han deseado. Más me voy a reír cuando imagine sus vanos intentos. ¿Que si les estoy dedicando estas líneas a los enemigos de sus protagonistas? Sin dudas. ¿Que soy vengativa? ¿Que estoy resentida? Como digan. Más de una vez me puse a pensar que la línea que divide la justicia de la venganza puede ser difusa, indeterminable, sujeta a puntos de vista. No me interesa que todos mis lectores me comprendan, estoy segura de que lo harán solamente aquellos cuyo sentido de lo justo sea similar al mío. Porque entonces entenderán conmigo que hay cosas que no se pueden callar, sin que eso nos haga cómplices. Por los otros no me preocupo, tienen mi más absoluto desprecio.
Si todavía quedaran algunos escépticos que no quisieran dar crédito a mis narraciones, acusándome de mentirosa, les preguntaría: ¿acaso los más disparatados delirios no se construyen también a partir de grandes e irrefutables verdades de la condición humana?
Vaya como homenaje a los que ya no están. Mis recuerdos son los suyos. Sus anhelos y esperanzas, los míos. Y que sirva como demostración de que nunca los pudieron vencer. El verdadero secreto es inviolable.
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